lunes, 29 de septiembre de 2014

Cuento Azaroso 2: Guitarra submarina

Soy Rafael Castello y te voy a contar una buena historia. Hace años conocí a una chavala muy peculiar en la playa, antes de que empezara en verano. Me llamó mucho la atención pues vi como se metía en el mar con una especie de guitarra grisácea.


Sentí una curiosidad tan fuerte que caminé hacia el punto en donde había entrado al mar y la vi a unos veinte metros al lado de unas rocas. Solo asomaba su cabeza, y se movía de una manera extraña, como su tuviera pequeñas convulsiones, pero estaba sonriendo.

Yo sabía cómo llegar a la gran roca que había cerca de ella casi sin mojarme, y en seguida estuve muy cerca de ella sin que me viera. La playa estaba casi vacía y nadie había reparado en nosotros.
Me asomé por el borde de la roca y la vi dos metros mas abajo. Su cuerpo se apreciaba turbulento bajo la cambiante superficie. Sin duda estaba tocando la guitarra bajo el agua.



Me quedé congelado al ver cómo una multitud de peces de todos los colores hacían círculos alrededor de ella. Vi a los cangrejos acercarse desenfadados al pelo de la chica y subirse a su cabeza. Un gran congrio salió de su escondite y se enroscó en la pierna brillante de la chica... ¿Brillante? Eso no era una pierna, ¡era una cola de pez gigante! 

Me quedé casi sin respiración. ¡Todo aquello debía de ser alguna broma! La chica se movía entre todos los seres marinos, mirándolos con amor, y cuando de súbito empezó a cantar, mis dudas se disiparon. Su voz dulce y fina resonaba en mis oídos como si estos fueran cuevas marinas limpias y puras reflejando los sonidos de la marea. Noté que me ponía de pie y saltaba al mar entre todos aquellos bichos bailarines. El agua fría me rodeó mientras bailaba como un pez mas.

En mi abdomen crecieron cuatro bultos que rápidamente rompieron mi piel y formaron patas de cangrejo. Mis manos se transformaron en pinzas y mi boca se deformó. Mis ojos salieron de sus órbitas y se alejaron de mi... Caparazón. Desde entonces soy uno mas. Bailo y bailo cada vez que ella viene y se sumerge hasta el cuello. Me encanta...


Lo único malo es que a veces me aburro un poco. Me gusta contar la historia de vez en cuando, pues tampoco recuerdo mucho mas de mi otra vida... Los que vienen pedos como tú son ideales para desahogarme jijiji...

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Declaración firmada de Manuel Escobos Narpe. 11 / 08 / 2014
Comisaría de San Cristóbal de la Laguna. Agente: Pedro Lobos Malbeato.


"El cangrejo me estaba hablando, lo juro. Se puso a bailar delante mía y a garabatear cosas en la arena. Yo estaba tan borracho que pensé que era una alucinación ¡pero a la mañana siguiente los garabatos seguían allí!"

El agente Pedro se levantó de su sillón dejando un surco de sudor en el respaldar. Hiciera o no calor lo dejaba todo húmedo de sudor. Se acercó al teléfono y marcó.

- Oye. Deberías controlar a tus animalitos. Rafa el cangrejo la ha liado otra vez. Tenlos bajo control estúpida, o se nos cae todo el tinglado abajo.

Antes de que la voz al otro lado del teléfono contestara, Pedro escuchó una voz grave tras de sí:

- Muy tarde, gordito.

BOUUUM!!! Un disparo de revólver y la cabeza de Pedro quedó esparcida por la comisaría. Pero allí no había sesos ni ojos, solo restos de peces que aún se movían, tentáculos que intentaban aferrarse a algo y montones de lapas y almejas.

Los compañeros de Pedro no pudieron coger al culpable, pero afuera dos testigos lo habían visto a medias en la oscuridad. Ojos grandes, labios aún mas grandes e iba sin zapatos chapoteando con unos pies gigantes bajo la lluvia.

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