jueves, 1 de mayo de 2025

Cal para los vivos.

Esta historia la escribí en 2025 para el reto 48 de Exlibric. La pongo por aquí para futuras lecturas. 😁



Cal para los vivos.


—Me gustaría hablar de esa marca en tu brazo, ¿te parece bien? —dijo Mario, el psicólogo. Estaban en su consulta, un lugar tranquilo, iluminado ahora por la luz del atardecer, que jugaba con las motas de polvo en un baile suave y radiante. El aire estaba cargado de olor a madera antigua.

Frente a él, la chica se observó la muñeca del brazo izquierdo mientras sonreía con timidez. Rozó la marca con los dedos; parecía un tatuaje, pero tenía relieve y zonas enrojecidas.

—¿Te lo hiciste tú? —preguntó para intentar retomar la conversación. Ella asintió y lo miró entre el pelo teñido de colores que le ocultaba media cara. 

—Bien, ¿me cuentas por qué lo hiciste?

Mario tenía claro que aquello era una quemadura acompañada de varios cortes: una autolesión. La chica empezó a hablar con un hilillo de voz entrecortada:

—Es… es un reloj.

Él asintió y observó con más atención. Era cierto, parecía un reloj o más bien la interpretación demente de un reloj hecho de piel humana. Las quemaduras y los cortes tomaron forma: cerca del dorso de la mano, una esfera grabada a trompicones que se conectaba con una quemadura que daba la vuelta a la muñeca. En la esfera faltaba un trozo de piel en forma de cuña. Ella giró la muñeca despacio, mientras sonreía.

—¿Lo… grabaste hace mucho?—preguntó Mario. Tuvo que reprimir un ataque de tos cuando la palabra “grabaste” se le atascó en la garganta.

—Fue al perder el original.

Mario la instó a hablar con un gesto suave de la mano.

—De pequeña me regalaron un reloj muy extraño: tan solo contenía 48 minutos. Fue mi padre. Luego desapareció. Él era muy bueno: siempre me cuidaba y me traía regalos, pero un día se largó y nunca más lo vi. El reloj era antiguo, me dijo que lo había encontrado en no sé qué viaje. Creo que ha muerto. Creo que murió en la guerra. Al reloj le faltaba una parte de la esfera, y las agujas bailaban encima de la nada, allí no había números. Los últimos doce minutos de cada hora estaban perdidos. Me dijo que eso era una ventaja, que podría hacer en ese tiempo cosas que no estaban permitidas.

Él asintió, reflexivo, y puso su mejor sonrisa.

—Así que usaste eso como una manera de evadirte, eso es muy inteligente.

Ella sonrió, pero un destello de rabia apareció en su mirada. Luego continuó con su perorata:

—Durante mucho tiempo creí que volvería, pero luego me di cuenta de que me había abandonado. ¿Sabes? No lo culpo,; sé que si no volvió, no fue porque no quisiera. Por eso creo que está muerto. No soy tonta, aunque lo parezca. No lo soy.

Mario la observó parlotear. Era como ver a una niña pizpireta de trece años encerrada en el cuerpo de una chica de veintitantos. La habían encontrado en medio del bosque, desorientada y perdida. No tenía documentación ni correspondía a nadie que se hubiera perdido por allí; además, estaba profundamente perturbada. Ya habían tenido varias sesiones y no dejaba de maravillarse por lo expresiva que era. Hacía extraños gestos con las manos: éstas y sus palabras danzaban sutilmente para evocar las emociones, pero sin que estuvieran conectados directamente con lo que decía. Por ejemplo, mientras hablaba de su padre, movía las manos como si fueran peces bajo el agua. Era fascinante. 

—Parece que querías mucho a tu padre.

Ella lo miró con desconfianza, pero continuó el baile. Sus dedos se entrelazaban con la pericia que solo puede otorgar una obsesión.

—Sí, a pesar de… lo que hizo.

—¿Quieres hablar de ello?

Se encogió de hombros y alzó la cabeza, con la mirada perdida en la pared tras Mario.

—Él, bueno, él no hizo nada directamente… lo hizo mi tío. Él me dejó con su hermano y su mujer. Parecían buenas personas; quizá lo eran, no sé, pero no se portaron bien —dijo, y cuando nombró a su tío, colocó bruscamente las manos en sus rodillas. Se había acabado la danza.

Mario, por defecto, montó un posible esquema en su mente: abusos.

—Mi tío me quitó el reloj. Yo no hacía nada malo, bueno a veces, pero siempre en esa franja. Esos doce minutos eran para hacer esas cosas. Le robaba comida o le movía las cosas de sitio. Al principio les hacía gracia, pero después la cosa fue cambiando. Mi tía Ana murió y eso agrió el carácter de mi tío. Empezó a decirme cosas malas.

El psicólogo asintió.

—Tuvo que ser muy duro: la muerte de tu tía, luego que te tratara mal.

—Sí, fue duro. Yo no hice nada malo, yo no tuve la culpa.

Sus manos se agitaron como peces fuera del agua, tamborileando en sus muslos.

—¿Él dijo que eras culpable de la muerte de tu tía?

Los peces revolotearon y se convirtieron en palomas que sobrevolaron su cabeza varias veces. Movía los dedos muy rápido.

—Él… decía que había sido por mi manía de los doce minutos, que si no hubiera tenido ese reloj no habría pasado nada malo, pero yo no hice nada malo. El reloj era, ¡eso! Una vía de escape. Si pensaba en mi padre, o en cosas malas, o en lo que me decía mi tía, usaba esos doce minutos para escapar. Para ir a correr por el campo, para esconderme y estar sola conmigo misma. ¿No es tanto, verdad? Es una quinta parte de mi tiempo. Creo que a mi tía nunca le gusté, y a veces… me alegro de que se haya ido. 

Un día me perdí en el bosque en esos doce minutos y encontré a alguien, una niña. Era de mi edad y vivía cerca. Nos hicimos amigas muy rápido. Cuando le conté lo de los doce minutos, le encantó. Cada vez que podía los compartía con ella. En una de nuestras escapadas nos escondimos en el granero. Ana nos vio y nos persiguió. Cuando entró al granero no vio que la trampilla del sótano estaba abierta… Cayó y solo gritó una vez, luego se quedó en silencio—dijo, y sus manos enloquecieron como palomas en un tornado. Luego se volvieron a posar sobre sus rodillas. La marca de la muñeca refulgió bajo la luz de los últimos rayos del atardecer. Dudó unos segundos, su nariz se encogió y apretó los labios, después continuó—. ¿Sabes? Creo que nunca he dicho esto en voz alta… juraría que la niña, mi amiga, abrió la trampilla cuando entramos. No creo que lo hiciera a posta. Creo que se iba a esconder allí, pero yo le dije que no y corrimos tras los montones de cajas. Cuando fuimos a mirar, la vi tendida en el suelo más abajo, su cuello estaba doblado de una manera muy rara y tenía los ojos abiertos. Intentamos bajar, pero necesitabas una escalera de mano y era muy pesada.

La chica respiraba con agitación, reviviendo la tragedia. Un rubor le sobrecogió el rostro y la frente se le perló de sudor. Mario cambió de postura y se relajó pues la historia de la chica tenía una cualidad estresante que le sorprendió.

—Entiendo. Por eso tu tío te culpó.

—Sí, me quitó el reloj y me prohibió ver más a mi amiga. Me encerró en casa. No me dejaba hacer nada. Me miraba con desprecio y asco. Yo deseaba que volviera mi padre más que nunca. Luego me obligó a trabajar con él en la granja y siempre me daba los peores trabajos. Recuerdo cómo me obligaba a espolvorear cal en los establos. Me quemaba las manos y los ojos… —. Las manos volaron lánguidas alrededor—. Así fue durante años, pero luego fue peor. Mi tío… me ataba. Me hacía cosas —dijo con un gesto de asco tal que Mario lo replicó de manera inconsciente.

Mario escuchó claramente ¡Voilá!, entre sus pensamientos.

Ella miró el reloj de su muñeca y observó algo por encima de la cabeza de Mario. Luego miró de nuevo a su muñeca.

—La primera marca fue de las cuerdas que usaba. Me ataba a una tubería de baño. Se volvió loco; solo bebía y bebía, gritaba el nombre de mi tía, como un lobo a la luz de la luna, y luego iba a buscarme. A pesar de que me prohibió ver a mi amiga, ella se colaba y me ayudaba, pero nunca se dejaba ver. Es muy buena ocultándose —dijo, y lo miró entrecerrando los ojos.

Él respiró profundamente. Notó en su plexo solar una presión ardiente. No debo empatizar, se repitió varias veces. Los ojos de la chica escondían un sufrimiento que no podían expresar las palabras; sus manos hablaban otro lenguaje. Era muy difícil mirarla sin sentir lo que ella transmitía: una radiación irremisible. En un pensamiento lateral pensó en grabarla en vídeo y usar inteligencia artificial para descubrir los patrones de comunicación. 

—Ahora estás aquí, estás a salvo —dijo él.

Ella miró hacia abajo y sus ojos también bailaron con la alfombra, buscando algo.

—Sé que estoy a salvo. Ya mi tío no puede hacerme nada.

Él apretó los muslos y se tensó levemente en el asiento. 

La chica le clavó la mirada, luego miró por encima de su cabeza y habló de nuevo.

—Mi tío cayó también al sótano. Yo no quería, pero ella… 

—¿Tu amiga?

Asintió.

—Lo empujó cuando traté de escaparme. Mi tío era un hombre muy fuerte; no murió al caer. Se quedó quejándose y gritando. Insultándome. Ella me indicó algo, en una esquina estaban los sacos de cal. Tomamos uno entre las dos y lo rasgamos, cubriendo a mi tío de polvo blanco. Los gritos se recrudecieron. Se revolvió, se revolvió mucho, pero no pudo subir. Le echamos más y bramó como un demonio. Lo escucho… ¡Lo escucho aún!

De pronto, se detuvo, miró el reloj de su muñeca y fijó la vista en la pared tras Mario. Este se giró despacio, recordando qué había en la pared tras su espalda: un reloj enorme. Marcaba las siete y cuarenta y ocho minutos. Luego miró a la chica, que se había echado el pelo hacia atrás y lo miraba con el mentón alzado. Era su amiga.


viernes, 4 de noviembre de 2016

Petróleo negro

A veces, la vida se ralentiza. Cada paso es largo y meditado. Una respiración dura siglos. Todo se mueve a tu alrededor mas rápido que tú. Acéptalo.

La ansiedad nos hace percibir el mundo de una manera desquiciada. Una presión fuerte en tu abdomen. Una sensación de cosquillas eléctricas que suben desde tu ombligo a tu pecho, y por dentro de este llegan a tu cuello,a tu nuca, y la atenazan. El cuero cabelludo se tensa, los ojos miran pero no ven.
Todo empieza con un estallido de luz oscura en un punto algo mas arriba del ombligo. Una plasta negra que emite esa vibración que te enerva. La plasta negra te quita el hambre. Te quita la felicidad. Te quita la concentración. Hay que exterminarla.

Se hace con paciencia. Con sonrisas, besos y miradas agradables. Con actividades divertidas. Tomando el control de tu cuerpo, tu salud y tu vida. Mira hacia el cielo y no la temas. En realidad es mucho menos importante de lo que parece. Cuando la hayas olvidado no te creerás que la temiste. Y créeme, la olvidarás. Porque tiene cura, y mas accesible de lo que crees. Sé valiente e inténtalo.

Nos vemos en la cima.

sábado, 25 de octubre de 2014

Historia histérica: Velocíclope

Había una vez un cíclope peludo con dos ojos. Los demás cíclopes se reían de él porque era deforme. Mofas con sorna de forma amorfa con fama de morsa o de orca rocosa y cara y rácana, con ranas que narran en ranuras de urna runas.

Resulta que tenía dos ojos y manos raras con cinco dedos, donde uñas y no pezuñas crecían, creyendo ellos que llendo al llano llevando las llaves llovería a gusto de todos.

Un día se hartó y se largo cuan largo era por el camino minado de comino. Llegó al par de días a una división en el camino y dudó. Izquiera o derecha? Había un cartel al principio de cada camino:

- Derecha: Ven por aquí si quieres aunque has de saber que debes beber bebé

jueves, 23 de octubre de 2014

La charla de la chirla: CuervoS CurvoS

Vívia una vez, en un planeta hecho de queso, una vaca cubana calva que acababa de cavar una cueva. Estaba descansando asando eses para una comida gramaticalmente correcta, cuando un cuervo curvo posose delante y clamó:

- Crooooac.

La vaca cubana se extrañó tanto que se sobresaltó, y las eses cayeron al fuego, y de el humo rosáceo de purpurina comenzaron a crecer eses gigantes que sin querer respiraron la vaca cubana y el cuervo curvo. Misteriosamente, los animales empezaron a poder pronunciar estas letras. Ahora podían hablar con otros de otros, con toros rotos absortos en puertos y puertas con partes que compartes con expertas a espuertas, que viste de esparto en Esparta, hartas de ratas rastas y malos ratos. También podía tener sin problemas mas de una cosa, y mas de un cuerno o una pata.

- GraciaS amigo amigable. ¿QuiereS migaS de goma mágica?

El cuervo curvo negó con la cabeza, pero al ser curvo mas bien pareció que asentía, y la vaca sacó las migas, pero el cuervo se fue volando de lado dolido y alado, ladrando doblado blandiendo un mandoble blando blanco.

La vaca se quedó algo triste, pues ahora que sabía hablar con las eses no tenía a nadie para ello, así que empezó a mirarse todas sus partes en un espejo de agua mientras cantaba:

- Subí yo a saber besar
- y sin ser sabia salí
- Solía selvas salivar
- sin fin, así que salí
- Pero al llegar, 
- llagas en mis pies, 
- gallos con galletas 
- agallas y argollas
- me dijeron: no entres
- y me fui de allí.

La vaca cubana siguió cantando mientras era observada por un ser frío y extraño, con forma de pájaro peludo y brazos de mono.

"Sigue cantando vaquita, sigue hasta mas adelante y verás qué te he preparado..." 

lunes, 20 de octubre de 2014

Monólogo Mongol: Ven ventosa ventosa

Muy antes de ahora, en una iglesia glaseada, entes santos tosían sentados con sotanas en sótanos y sonatas sonaban. Los chicos arriba barrían barrigas de orugas con berrugas y gases sesgados de guisantes guisados.

En el pueblo, los monjes mojaban jamón y mojama en majado y lo jamaban a la vez que vizcos de vizcaya callaban caballos bellos y bellacos, con cabellos de cobaya que vayaban caballas canallas, ¡vaya!

Mas allá, hallabas hayas en hoyas ollando allí y allá, y animales animando mandos y mendas que mandan a mondar mendigos con mandobles, que doblaban y hablaban de bandadas de bananas en bandana.

Casi al final, los perros rapados con ropa comían rape rápidos y raudos, pues los caracoles súper veloces vendados volaban como balas en la lava lavada y lívida y líquida. Y los pulpos de pulpa venían en el viento con ventosas ventosas en el ocaso...

¿Acaso se acabó?

Rimas Romanas: El mutante te tantea

Erase una vez y... Todo desapareció.

( Anglichiste muy malo )

Cuenta la leyenda que una gran almeja oradora oradaba la orilla en busca de oro y solía salir al sol a saltearlo mientras cantaba. Al hacerlo activaba sus glándulas gandulas de las que salía saliva silvando, en una salva salvando la selva fresca y verde con verduras verdaderas y mariposas posaderas.

La almeja, que se llamaba Amapola, miraba la miríada de mariposas pesadas que posadas pausadas en hojas de soja o ajos, ojeaban con ojos ajados.

Otros potros y toros trotaron y trataron de decir: ¿cuándo cuentas cuantos cuentos cuentas en la cuneta? ... Pero no sabían. Sabios de labios sepias livianos supieron sorber versos de soslayo, rayar lazos de aniversario y beber rayos libertarios.

Los tigres gritaron irritados y tiraron tareas a sastres desastres de tres en tres, que con mucho estres, pensaron repasando pesares y separes, apareciendo en parajes con pajares y pájaros, y pujaron parejas por pajes pijos con hijos canijos.

Fin... Snif.

martes, 14 de octubre de 2014

Fragmento de La Multitierra, historia fantástico-épica de ángeles y demonios.

Nadie recuerda cómo empezó todo, aunque ya no importa. No importa el pasado, ni siquiera el presente. Solo importa el futuro.

Tenemos que sobrevivir.

Fragmento primero.

"Vi a la tierra partirse por la mitad y dar a luz grotescamente a el mal. Vi resquebrajarse el vientre de la bóveda celeste y brotar sus entrañas hacia la tierra. Vi seres incorporándose. Auténticos ángeles, puros y estóicos, que sin embargo quemaban la hierba ahí donde pisaban..."

Yan chen ye, manuscrito del discurso. Estado oriental. Año 2596.

Capítulo primero. La imparcial.

Asher esperaba ansioso mientras Om-lahar calentaba la espada en la fragua. El calor que golpeaba su rostro era intenso pero no le molestaba demasiado pues sabía que tarde o temprano iba a tener que enfrentar un calor capaz de consumir la carne y el espíritu.

El ángel parecía inmune al calor; sujetando la espada por la empuñadura estaba con medio cuerpo dentro de la fragua. El fuego sagrado, de un color verdoso, arrancaba miles de destellos a su armadura, la cual era capaz de refractar la luz y dar la impresión de ser luminiscente por si misma.

El ser era impresionante. De unos dos metros y medio de altura, siempre cubierto con esa armadura que casi parecía su propia piel, callado y pausado en sus movimientos, pero capaz de cegadoras maniobras cuando entraba en combate. Su "ojo", una brecha en el casco de luz verde, crepitaba levemente cuando hablaba, hecho que era sumamente raro. Pero ese día Asher sabía que hablaría, e iba a hablarle a él.

Sumido en sus pensamientos de gloria siguió observando las llamas sagradas intentar devorar su futura espada, otorgándole una dureza extrema en el proceso.

Sintió un terrible golpe en la cabeza seguido de un estruendo. Entre el polvo y el dolor vio una forma oscura abalanzarse contra el ángel, y sintió en su cuerpo un calor tal que creyó hervir. Tardó un segundo en ordenar su mente; demonios.

Se levantó como pudo, cubierto de escombros. El demonio y el ángel estaban destruyéndose con sus potentes golpes, haciendo temblar la fragua entera, casi invisibles de tan rápido que se movían. Asher se giró para huir y por el hueco que había hecho el demonio al entrar, vio atónito como los demonios devoraban su ciudad. Demonios de mil formas guiando a legiones de hombres demonio, Mogruls, como una marea inexorable que apagaba las vidas de cuantos había allí. El temor, la rabia, la frustración y quién sabe qué mas emociones también entraron en batalla dentro de si, y quedose paralizado unos segundos sin saber qué hacer.

De repente oyó un ruido tras de si que acalló todos los demás; la voz del ángel. Estaba gritando y Asher sintió como sus tímpanos se rasgaban. El demonio lo tenía contra la pared mientras uno de sus brazos penetraba la armadura de luz.

Asher no pudo mas. Actuó. Corrió y agarró la espada de la fragua. No se dio cuenta pero mientras corría hacia el demonio, gritaba. De dolor y de furia. La espada estaba consumiendo su carne rápidamente debido al calor. Saltó y con todas sus fuerzas clavó el filo en la espalda del demonio. Penetró su carne con una facilidad pasmosa, se enterró hasta la empuñadura. Asher chocó contra el cuerpo del demonio y esto terminó de abrasar su débil cuerpo humano. Se desplomó entre gritos y gorgoteos mientras su cuerpo se derretía literalmente. Sus ojos explotaron y  se convirtió en un trozo de carne chamuscada y revirada, y el silencio se hizo en la fragua.

El demonio y el ángel cayeron de lado empalados en el corazón por la misma arma, que adquirió un tono verde oscuro. La sangre que se derramaba de ambos cuerpos desaparecía absorbida si tocaba la hoja.

Horas después la ciudad estaba en el mas absoluto de los silencios y lo único que quedaba con vida era la espada.